Tuesday, March 28, 2006

Supongamos

Supongamos que te necesito para escribir,
que de otro modo no me haces falta
que solo necesito que me desgarres
velo a velo la sangre henchida de los labios,
para soñarme cada beso estallando en rabia
serpenteando por los aires
bajando luego a la tierra toda convertida en versos

Supongamos que necesito saberte cerca, que sigues observando,
que sientes mi presencia tibia en cada página que das vuelta
supongamos que necesito leerte una y mil veces
y sostenerte largo y tibio entre mis brazos
que te apoyes en mi falda
que sostengas sin respuestas esta hoguera
como lo has hecho cada día,
como has caído en mis redes tantas veces

Supongamos que necesito tu silencio
como la más férrea de las certidumbres
que necesito tus dilemas sencillos
enfrentando las respuestas que no tienes
a las preguntas que son solo mías.
Supongamos que llega un día en que no pueda vivir sin ti
y que tú no puedas vivir sin mi,
que los años pasan como ha pasado este tiempo
que no somos tú y yo más que la crónica
de todos los instantes coincidentes
aunque las coincidencias no existan.

Supongamos que no tenemos la realidad hecha trizas
que no muero de angustia frente a tu ausencia
que no se te va la vida en el desgarro
que cualquier día de estos vienes y te lleno de besos
que la pesadilla se detiene
y logramos congelar el tiempo.
Supongamos al fin que yo seré para tí tu eterna poesía
Y tú serás para mí eternamente mi canción

Tuesday, March 21, 2006

Vulgata

Ella sabía que podía encontrarle en esas calles,
y en ese pleno convencimiento se aventuró a la noche en medio de la tormenta que caía sobre sí.
Sabía de aquellas murallas lúgubres, de los adoquines resbalosos y los callejones grises contando la historia de los cerros tristes del viejo puerto plagado de oscuros sueños maquillando miseria.
Supo esa tarde de la lluvia incesante mojando sus cabellos confundiendo los versos que él le recitaba al oído, los salmos desolados de los poetas del puerto y del decreto de sus ojos tristes en sus declamaciones tortuosas.
Ella sabía que no tendría respuesta a la cadena de inconcebibles circunstancias que se habían confabulado para llevarla allí esa noche, para haberle perdido, para haberle dejado escapar un día tras esos sueños de los que él tanto le hablaba y que ella nunca comprendió, los sutiles tormentos, los celos húmedos esparcidos en tantas plazas donde las palomas dialogaban con los muertos de las cuatro de la tarde.
Sabía que él la amaba, sabía de sus manos trémulas recorriendo su piel y de sus labios que coloreaba para dejarla manchada de besos en los extraños ritos de conocerse los cuerpos, matando las furias de sus húmedades reunidas, sabía de su alma sacudida en confusiones de trenes, de sus cabellos largos que nunca se dejó cortar, de su piel suave y delicada, de sus gestos tan dulces en el transfondo sonoro de sus anocheceres.
Sabía que iba a encontrarle, hasta que las luces de neón que iluminaban a cada tanto sus pasos húmedos en las veredas le hablaron de su presencia, las esperpénticas carcajadas que brotaron de aquella fachada sucia le hicieron detener como si asistiera al intermedio de una obra montada en un teatro fantasmal.
Y entonces le vio, le vio detenida en mitad de la lluvia, le vio con el corazón doblado en medio de las sombras, le vio desde el rincón espectral donde la oscuridad comenzaba a quitar el verdadero rostro de las cosas reales, le vio en medio de la fugacidad del instante irrepetible e infortunado, detenida en ese espacio, con los mismos labios coloreados de rojo con que la ensuciaba de besos, con su cabello largo y las uñas rojas con que dibujaba sus labios, le vio sonriente y dichosa travestida en la vulgata libre que siempre se soñó, mariposa triste en busca de amores sucios y destinos tejidos de desconsuelos, de la mano de uno de los tantos amores furtivos que llegan al puerto cada noche.
Sabía que él también le había visto, que alcanzó a divisarla en medio de la penumbra, que su destino era ése y no el otro que intentó cambiar tantas veces con sus mil artilugios cómplices de vidrios ahumados por el rocío de la carne, lo sabía porque alcanzó a percibir el asomo de una sonrisa y la revelación sacra de su destino cantado mil veces al compás del bandoneón del puerto y de sus lágrimas negras.
Y se marchó entonces sobre sus pasos bajo la lluvia.
Y entonces el puerto se volvió bello, con la tosquedad de la belleza que asoma antes de la muerte, en el bello y sereno instante de sus suspiros finales, bello en medio de la noche y de la lluvia y de la locura última de la muerte anunciada del último de sus sueños.

Tuesday, March 14, 2006

Compadres

Los sorprendí una tarde en la misma esquina de los encuentros de siempre, donde las sonrisas dibujaban el cancino andar de tantos años, condensando de golpe todos los dolores del mundo, ahí abrazados en la complicidad que solamente pueden sentir aquellos que han renunciado a ser dueños de sí mismos, en la ruptura fatídica con la vida ordinaria y los avisos del tiempo dibujándose en la piel.

Pareciera que ese pequeño espacio en medio de la ciudad gris viviera en un ámbito propio donde nunca es futuro, donde siempre es presente, donde el Así sea de la vida se conjugara felìz entre sus zapatos agujereados y zurcidos, rezumando humedad, el frío tejido en hebras ásperas que ya no mellan, y donde un vaso de pipeño barato es el elixir de la vida, la razón y el medio, el principio y el fin.

Me miran sonrientes con su desdentada alegría, con la galantería de caballeros de tangos, de bohemias olvidadas en nostalgias húmedas, lanzando palabras bellas tejidas con el desconsuelo de los años, con la belleza de la poesía de las calles, de barrios matizados de esa miseria alegre del adoquín capitalino, me sonríen en el sueño imaginado de amores furtivos y se olvidan rápidamente quedando sumidos sus ojos en un punto infinito, en la somnolencia tierna que acompaña a la borrachera.

Aú así mi pasar no interrumpe sus festivas conversaciones, sus encuentros de amigos de tantos años, compañeros de juergas, de canas peinadas con el limón regalado en la vega, de los aromas del vino, de sus frentes que cedieron al arado del tiempo.

Los dejo atrás, en su lugar de siempre, en los muros viejos que los han visto cada tarde, soñando la vida que pasó, la que los juntó un día a cada uno de ellos cargando bajo el brazo los dolores recaudados, sonriendo en la dicha de su historia presente, así, como cada día, a los compadres de aquella esquina.

Tras la pantalla


De mirarte, de quererte, de hablarte se han tejido mis días
de encontrarte un día tras la pantalla negra
de tejer quimeras y enarbolar mi bandera de amores infinitos
de amores que no transan, que arden en furia, que sueñan multitudes
y me dueles en la piel
y me clavas en la garganta este dolor de amarte

Ya no sé como te amo, y si, quiero decírtelo,
pero no es necesario que digas nada
solo quiero que lo sepas, te amo,
y quédate viéndome, así
con tu mirada temblorosa y mi voz sonando en tus oídos

Te descubrí un día desnudo y sereno
y ante mis ojos no hubo misterios
y se enredaron las letras en mil pedazos de eternidad
trenzados en furiosas batallas,
tus palabras, las mías,
tus versos, mis respuestas
como dos músicos que se juntan a tocar sonatas
y tus campos de amapolas
se fueron transformando en mi opio interminable
interminable y adictivo
narcótico sin tiempo, sin respuesta

Te amo en tus poemas de sales viejas,
Te amo mucho
Lejano y distante
Volando rasante
Despierto sin fin
En la violencia de tus delirios
Te amo así,
simple y sencillo
y únicamente
tras la pantalla.

Tuesday, March 07, 2006

Tu Boca...


Toco tu boca, con un dedo todo el borde de tu boca,
voy dibujándola como si saliera de mi mano,
como si por primera vez tu boca se entreabriera,
y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar,
hago nacer cada vez la boca que deseo,
la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara,
una boca elegida entre todas,
con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara,
y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca
que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras,
cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope,
nos miramos cada vez más cerca y los ojos se agrandan,
se acercan entre sí,
se superponen
y los cíclopes se miran,
respirando confundidos,
las bocas se encuentran y luchan tibiamente,
mordiéndose con los labios,
apoyando apenas la lengua en los dientes,
jugando en sus recintos,
donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio.
Entonces mis manos buscan hundirse en tu pelo,
acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos
como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces,
de movimientos vivos, de fragancia oscura.
Y si nos mordemos el dolor es dulce,
y si nos ahogamos en un breve y terrible absorber simultáneo del aliento,
esa instantánea muerte es bella.
Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura,
y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua.

(Cortázar)