
“Dulcinea, Dulcinea,
me llamaste de ese modo, Dulcinea
Y sonó dentro de mi la voz de un ángel,
Dulcinea...”
¿Qué le sucede mi señor, porque trae usted ese semblante, no me reconoce?
¿No reconoce acaso mi voz?
Pero si, si, déjeme llamarle así, mi señor,
permítame decirle lo que mi alma sintió cuando usted me nombró,
cuando usted me llamó de ese modo, Dulcinea
cuando usted vio en mi lo que nadie mas vio
porque desde ese día todo fue diferente...
¿Qué pudo ver en mi cuando me llamó musa si yo no era nada?
cuando me revistió de ángel con sus manos gallardas...
¿Qué pudo ver en mí cuando solo he sido un espejismo de mujer?
y me llamó “su dama” aún no siendo virtuosa ni de finos modales
cuando no he sido mas que de la vida y de mil hombres.
No por favor, no me deje tan sola en esta muerte,
míreme, si soy la misma.
Escuche, haga un esfuerzo, solo un minuto, mi señor
trate de recordar, por favor, me habló usted de un sueño:
"Con fe lo imposible soñar... son sus palabras,
El mal combatir sin temor... tiene usted que recordar
Triunfar sobre el miedo invencible... esas fueron sus palabras
En pie soportar el dolor..."
Ay de mi, ahora esta usted tan enfermo
Pero puede, resista solo un minuto, no me deje usted ahora
Tal vez nada de esto ha sido un sueño
nada falaz, nada quimera, nada irreal
que importa la enfermedad para un caballero andante
quien dijo que tenía usted una triste figura
que importa mi señor si al sonar las trompetas gloriosas
no hará usted más que cumplir con su deber,
y yo a su lado, seré su dama, por siempre.
Pero...espere un poco,
un segundo, no,
no me deje mi señor
hay algo que debo decirle
no cierre aún sus ojos
un instante...aguarde
Yo solo,
yo solo quería
hacerle saber mi señor,
que le amo, le amo tanto
le amo desde siempre
y quiero que lo sepa
para en este
su instante final
duerma su alma en paz,
hidalgo, noble
y amado señor.