Monday, December 04, 2006

Tuesday, October 24, 2006

Avatar

(Amapola, Alphonse Mucha)


Como suelen ser las cosas
largas como un lamento
largas como una sonrisa
interminables a ratos
como es la poesía
como ha querido ser la de éstas páginas
como suelen ser los sueños de opio
visiones aéreas y arrebatadoras
más extrañamente divinas
que todas las fantasías...

El sueño de opio
de una musa inventada
en los versos de mil poetas igualmente inventados,
en las alas de un ave,
en los trazos de Mucha,
un sueño que
al fin y al cabo
no es otra cosa
más que un pequeño trozo de muerte
Un sueño de opio
del cual no sé si algún día
volveré a despertar...


Hasta pronto amigos
Mi beso de Opio
Amapola

Tuesday, October 17, 2006

Quid pro Quo

("Nuestra imagen actual", 1942 David Alfaro Siqueiros)

Quiero darte, quiero darte recibiendo y pedir todo de ti,
pedirte el tiempo entero encendido en tus soles,
el estruendo de tus pasiones subterráneas,
pedirte tanto como tanto he de darte
si he de regalarte la incontenible furia de mis cantos
Quiero de ti ese acorde de amante furibundo en el trato con mis alas.

Te daré mis intuiciones alocadas,
de esas que surgen cuando te bebo las letras
cada vez que dejo escapar la lucidez a chorros
para exigir de ti esa analgesia de versos desplegada en tus lienzos
donde convergen todas las causas y los efectos
y puedo verte a distancia con el catalejo de mis asombros.

Te regalaré mis cadenas perpetuas,
mis nebulosas de cantos remotos,
la flama de cada una de mis hogueras
que para seguir existiendo deben elevarse y danzar
y quiero de ti cada gota que te perla la frente
en el fragor de tus jornadas disolviendo el tiempo
y remolcando ansiedades.

Yo te daré el rumor de mis oleajes,
tú esa disciplina de poeta sin tiempo,
te daré la brisa de mi noche bordando cada uno
de mis instantes luminosos de divina inspiración
y tú el aroma amargo de esa ginebra al romper la noche,
yo te daré la anestesia de esta danza triste y secreta
y tú el placer de perdonarlo todo.

Y como he de dartelo todo
hasta consumir mis días en esta liturgia de hábitos
es que no renunciaré a tu entrega ardiente y cotidiana
que camina en los márgenes de todos los delirios
Donde te condenaré a darme todos los sueños del mundo
Y yo te regalaré el mejor vuelo con la propulsión de la poesía
de mi opio Interminable de versos.

Tuesday, October 10, 2006

Detalles

(El Pintor y su Musa, Mercedes Vandendorpe)

De que te preocupas mi flaco,
no sabes acaso que de mis dedos han brotado para ti
mis letras más bellas.
Que de tanto dar tumbos he sucumbido al fin solo a tu abrazo
tan solo a tu tiempo, tan solo a tus besos.
De qué te preocupas cuando el viento que azota
nos embiste al mismo tiempo y ya ves,
seguimos en pie...

No me dejes triste en medio de este Octubre
que se inclina tímido a la primavera,
ya sabes, un día de estos cerraré esta caja de Pandora
y tras los versos despojados no quedará mas que tu rostro y el mío
fragmentados de recuerdos e inflados de versos...
Nos perderemos un rato por nuestras calles
para seguir hilando entre conjuros esta historia desatada,
este trovar de ímpetus voraces en que nos hemos convertido.

No estés triste mi sol
ni te sientas vacío, ya ves,
cualquier día puedo escribir para ti con la intensidad de siempre.
Es cierto que hoy la vida pesa un poco más que de costumbre
que anhelas tanto un cuerpo tibio
como anhelo yo esas musas que declamo
y que me son a tramos, tan esquivas.

Ya sabes que aún no me convenzo mucho
de tu música invasora recorriendo mis sentidos
que me descoloca ese cariño que prodigas
y que tan pocas veces he sentido...
Ven que te beso acurrucado en mi regazo
que te canto sin tiempo el canto
de este hábito que me corrompe.
Y emergiendo violenta desde mi ciudad hasta la tuya
te he de decir ya sin miedos
que no hay más besos
que los que yo te guardo.

Tuesday, October 03, 2006

Fata Morgana

(Fata Morgana, Zdenek Kopac)


Te evoqué en el letargo de mi entresueño ardiente el día en que el viento me devolvió tu imagen regalada y trashumante entre destellos de luz sobre mil piedras calcinantes.
Te vi aún sin creerlo, a lo lejos, espejeando entre los arenales de mi nostalgia como el engaño perfecto del mejor de mis abismos.

He podido verte en el trovar de tus musas, soñando entre mis imágenes brumosas, ardiendo entre los espejismos de mi memoria y buscando entre arpegios de cigarras el millar de coplas que me has prometido.
Ya estaba todo escrito cuando te divisé entre la niebla de éstas arenas para no seguir ninguna ilusión que no fuera tu tempestad, buscando la salida entre las calles de espejos con el ánimo a todo viento mientras se deshacía ante mis ojos el silencio líquido de la tarde en el desierto.

Te evoqué hasta hallarte en la plenitud inmaculada de éste silencio universal, en éstas sensaciones peregrinas de saberme entre ilusiones, donde el verso es la consigna de tus manos y las mías, donde tus besos no son más que la sensación hipnótica que me da de beber sin sentir que puedo ser la imagen de llaga mortal que me invitas a ser.

Te he visto y lo sabes y lo sientes cuando no son más que tus manos las que han de refrescar mi piel partida de sol mientras el viento no me mueve, mientras se detiene el tiempo en la inmensidad del desierto y me secas piadoso estas lágrimas secas sin que quede vestigio de ninguna memoria.
Y si es ésto falso o cierto, si no es más que la fata morgana de mis deseos, habrá de descifrarse más temprano que tarde entre los médanos ardientes y los mil senderos tortuosos de mis letras y las tuyas, aunque esté demás decirte marinero en tierra, que yo al menos... puedo verte.

Tuesday, September 26, 2006

Dejo Constancia

(Green, Lernie Beuler)

Dejo constancia de mi amor fuera de toda lógica
del avatar del destino que decidió hacernos uno
de nuestras utopías,
de tu genio irreverente,
de mi ángel que suspende,
de nuestras mutuas nadas
y nuestros perfectos todos.

Dejo constancia de mis fracasos,
de lo no superado,
de tus besos,
de mis sueños que transcribes en verdades,
de la loca magia que sentencio
y que me lleva a volar
a veces tan lejos de tus brazos.

Dejo constancia de los vicios,
de tus placeres y mis culpas
de los años a tu lado,
de la aguerrida lucha de tenerte,
del estoico hallazgo de encontrarte y sujetarte
del dolor del puerto
y el misterio de tu risa.
Dejo constancia del delito de soñarte,
de tus manos en mi pelo
de mis dedos en tu espalda.

Dejo constancia de nuestras diferencias,
de tus números y mis letras
de tus ecuaciones y mis cantos
de tus realidades y mis fantasías
de tu mente brillante, ingeniera de soles
de tus métodos, y mis artificios
de tus códigos y mis evangelios.

Dejo constancia de necesitarte,
de no poder dormir cada noche que no te tengo,
de tu alimento gallardo,
que vierte en mi vientre
todo el milagro del génesis
de no poder dejarte ni contemplarte.

Dejo constancia
Y decreto amarte ferozmente
así como lo he hecho,
con simpleza y con furia
con mis terrores y tus paces
decreto amarte,
tú sabes
para siempre...

Tuesday, September 19, 2006

Astrolabio


Se asomó esa mañana como cada día al ventanal gigantesco de aquel céntrico edificio. Como si se tratase de un rito de liberación posó su mirada largo rato en el pavimiento lejano... llevó el café a sus labios en la rutina de cada día y ahí apoyado en el vidrio vio que en su ámbito de tinta turbia era imposible concebir un tormento mas cruel que una vida destinada al encierro.
Observó a la gente que caminaba por la acera y se asombró una vez más de la pequeñez del ser humano, respiró profundo y cerró los ojos en el momento en que comenzó a sentir un rumor conocido, como el estruendo de un oleaje palpitándole en los oídos y en el pecho los rescoldos de un sueño inmemorial.
Sin asombro y sacudido de pronto por un temblor recóndito de sal salpicándole la cara levantó la vista y vio que todo permanecía en su sitio. Intentó fijar la mirada en el horizonte cercado por los altos edificios y detuvo entonces el tiempo todo el tiempo que quiso, y dejándose llevar por ese ensueño tan real guiado por los mapas de su poderío, se vio a sí mismo como evocando los recuerdos de un viaje.

Fue entonces que allí, en medio de la ciudad, como en un deseado sortilegio, se vio de pronto sobre un navío sin tiempo, sus manos y sus ojos miraban alrededor como queriendo convencerse de la realidad de su visión, pero su realidad comenzaba a esfumarse en medio de un poderoso torbellino de sal y océano... ya no veía edificios ni escritorios, ni veredas atestadas... solo su navío, el océano inmenso, y él al mando de un timón.
Se preguntó si no sería éste otro de sus tantos sueños por huir de ahí, tan reales, tan sonoros, hasta que al fin, como recitando en voz alta las últimas líneas de una carta de despedida conservó la mirada todavía fija en algún punto del horizonte.
Y así, decidió emprender ese vuelo y comprendió que no tendría retorno.

Se entregó por completo a la aventura fascinante de domar esas aguas para navegar mar adentro más lejos que la nada. Tomó el timón y se lanzó a surcar violento en medio del océano como una criatura mítica, como un animal de mar con todos los deseos que caben entre una proa y una popa... y navegó apasionado porque la pasión era un exceso que le pertenecía, navegó ahogado en su propio fervor y acostumbrado a su invisibilidad no hacía más que reír a carcajadas en medio de los estallidos de agua furibunda para gozar en esa realidad prodigiosa siguiendo el curso de los astros que comenzaban a relucir en la brillantez de la noche y vio en ellos la ruta señalada de su extraño viaje...

Y navegó, navegó sonriéndole al milagro y a la magia y a todos los sueños del mundo, navegó a plena luz del día haciendo estallar el agua contra el cielo furibundo sintiendo en el aroma de las olas la magnificencia de su locura, disolviéndo en el oleaje encrespado todas las miserias de sus dolores y navegó en la noche calma para sentir tan solo en el silencio de las estrellas la convalecencia de su propia dicha, navegó uniendo los retazos de su historia descosida acunado en el oleaje manso perdiéndose en el confín del océano...

Y vio pasar a todas las mujeres a las que había amado y a todos los hijos que nunca tendría y todas las ciudades que jamás conocería, navegó sobre el dorado de la noche, navegó violento bailando con el océano turbulento para llevar a quién sabe qué puerto los estragos de su corazón.
Parecía más allá de todo, parecía intocable y en su rostro se dibujaba algo que tenía que ver más con la felicidad que con la locura, parecía haber nacido únicamente para ese instante, como si toda su existencia anterior se hubiese esfumado y recién hubiera despertado al mar conocedor de todos los ritos, mitos y secretos del mundo, renunciando a la prudencia para enfrentar a ese océano de perlas que le infundia un coraje sobrenatural.
Y siguió así navegando a contraviento siguiendo el curso de las olas borrachas sintiéndose prisionero y libre en aquel sortilegio sin explicación y con el corazón anegado en ese mar de silencio.

Nadie supo bien cuánto duró su ensueño cuando comenzó a reír como un loco en el virtuosismo que le maravillaba, en ese mundo que parecía estar a siglos de distancia, parecía tan solo haberse disuelto mirando al cielo en su calma infinita oscilando entre las olas como un péndulo ahogado en su delirio y a quien le veía podía notar en esa sonrisa algún vestigio de ternura en medio de su soledad incondicional y perfecta.
Y así, paralizado en el sopor de su sacrificio e inspirado en su locura frenética halló al fin en medio de su caos el orden perfecto, ese que tanto anhelaba, ese que no podía ser casual.

Confundido entonces con el clamor de los truenos oscuros del horizonte, con la sal de los mares picándole los ojos, la sonrisa trémula y el sol clavándole en la piel exhaló al fin un suspiro de liberación parado frente al ventanal de su céntrico edificio con la mirada todavía evaporada en el horizonte.
Aún con el tiempo detenido no oyó los gritos que le advertían, ni el roce de los vidrios cortándole la piel y dando todavía un paso más allá hacia el magnetismo pavoroso de ese mar color de espejo, sonrió dichoso ante la constelación de todas sus vidas reunidas en el preciso instante en que, riendo a carcajadas en la dicha de su delirio, se dejó caer al vacío para desahogar al fin en la locura de su mar todas las lágrimas de su pecho.